Es quizás una de las frases más usadas cuando se desconfía de alguna persona o cosa porque algo oculta.
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Lo cierto es que el origen de la expresión se remonta a los siglos XVI y XVII (Siglo de Oro) cuando se puso de moda llamar «gato» a la bolsa o talego en que se guardaba el dinero.
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Era habitual llevarlo, como remedio a posibles hurtos, escondido entre las ropas o guardado a buen recaudo en algún lugar de la casa.
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La víctima en el punto de mira de los ladrones solía ser vigilada para ver si tenía dinero y donde lo llevaba.
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La consigna que se daban entre sí los amigos de lo ajeno consistía en decir si allí había «gato encerrado» o, lo que es lo mismo, una bolsa con dinero escondido.
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Hechas con piel de ese animal, se les empezó a llamar popularmente «gatos» a las que podían contener riquezas desconocidas.
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Aunque hay quien afirma que por ese nombre también se conocía a los pequeños rateros que hurtaban con astucia y engaño, una habilidad que recuerda al comportamiento de los gatos.
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🙀¿Te lo imaginabas?