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Dulces para gatos y perros

Un ex fabricante de alimento balanceado creó bocaditos, croquetas y huevos de Pascua para mascotas con los sabores que les gustan a ellos y las presentaciones que ilusionan a sus dueños.

A los legos puede parecerles exagerado, pero cualquiera que haya tenido un perro sabe que no hay amor más puro que el canino, tal como observó Freud: un vínculo tan despojado de egolatría y de expectativas no es posible ni siquiera entre padres e hijos. Será por eso que los humanos se lo retribuimos con el amor más elevado que nuestra psiquis puede concebir, y los tratamos como a hijos por más que los veterinarios nos adviertan que ellos no nos consideran padres. 

En ese equívoco concertado el amor no correspondido es imposible, y así es como mascotas y amos se hacen recíprocamente felices.

Esta tendencia a la personificación condujo a que los dueños estén cada vez más abiertos a gratificar a los perros y también a los gatos con artículos infantiles, como juguetes, indumentaria y golosinas. 

Esto último lo descubrió Abel Silvestre en los años 80.

“Papá fabricaba alimentos balanceados, y le llegó de Estados Unidos un pedido de golosinas para perros. Así aprendió: las materias primas son similares, difieren las proporciones”, cuenta Agustín Silvestre, director de la firma.

Aquella fábrica cerró en 1990, y en 1993 Abel se puso a fabricar golosinas para mascotas, en forma artesanal. “Sólo tenía un par de tamizadoras. Salió a ofrecer dos o tres productos a las veterinarias, donde dejaba muestras gratis”, relata Agustín, que se sumó más tarde al emprendimiento.

Pet shop boys

El concepto empezó a hacerse conocido a fines de los 90, a medida que se popularizaba la modalidad de pet shop. “Tanto los dueños de estos comercios como los veterinarios respondieron siempre muy bien, de modo que a partir de 2003 todos fueron años de crecimiento”, señala Agustín. “Incluso en épocas de crisis, la gente trata de preservar la gratificación de su mascota porque se refugia más en ella”.

Hoy Golocan y Golomiau llegan en forma directa a 1.200 puntos de venta en Capital y la zona Norte del Gran Buenos Aires, y al resto del país con 35 distribuidores locales.

Los bocaditos con gusto a chocolate –pero sin chocolate, porque es nocivo para los perros– o a carne, pollo, jamón, queso o espinaca; las barritas de chocolate con maní, los panes dulces y los huevos de Pascua vienen en presentaciones pensadas para los dueños, para que ellos sientan que les están comprando golosinas a sus mascotas como si fueran niños. 

Buena digestión

Las harinas y las grasas son de elaboración local; los conservantes son importados. “La materia prima es similar en todos los productos; la diferencia es entre los horneados y los semihúmedos, que requieren otros conservantes; se juega con las formas y los colores, la proporción de proteínas y de grasas, la textura”, explica Agustín.

La firma emplea a 18 trabajadores en su planta de Loma Hermosa. Cuenta con un director técnico que se encarga de testear los desarrollos, para que no les hagan daño a los bichos y verificar su gusto: así las reciben mejor antes o después de las comidas, a la mañana o a la noche. “El mayor éxito es cuando la aceptan arriba de la camilla, porque ésa para ellos es una situación de mucho estrés así que, si comen la golosina, es porque les gusta realmente mucho”, observa Agustín. “Nuestra meta es aportarles proteínas y que los productos no les sean difíciles de digerir.”

¿Son tan diferentes los perros y los gatos? “El dueño del gato es muy exigente, porque el gato lo es de por sí”, afirma Agustín. “Por eso para los ellos siempre hay más variedad: tanto, que una marca de alimento balanceado tiene una línea a la que llamó, textualmente, ‘para gatos caprichosos’”.